Numerosos estudios demuestran que el factor que mejor pronostica el RECHAZO que pueden sufrir los niños y niñas con TDAH, no es ninguno de los síntomas tradicionales asociados al trastorno (inatención, hiperactividad e impulsividad), sino que el factor que más determina el RECHAZO SOCIAL es el COMPONENTE EMOCIONAL DEL TDAH.
A saber:
Los que lo padecen, no regulan las emociones para que se adapten a la situación en la que se encuentran, a sus objetivos o a su bienestar a corto o largo plazo.
Debido a esto en las aulas vemos que:
- Tienen dificultades para calmarse cuando aparece una situación problemática.
- Tienen dificultades para dejar de concentrarse en aquello que los provoca. Por ejemplo, si algo les sugiere una fuerte emoción (de enfado, de risa...) les cuesta mucho más que a otros alumnos dejar de pensar en eso que los provoca. Aún cuando se les llame la atención, son incapaces de modificar el pensamiento tan inmediatamente como otros.
- No son capaces de abandonar una situación problema. Pongamos un ejemplo práctico: cualquiera de nosotros si nos sentamos al lado de alguien que nos molesta o nos causa problemas, lo que hacemos es intentar cambiarnos de sitio. Pues bien, estos niños, una vez que toman un camino conductual no son capaces de modificarlo, es decir, no son capaces de hacer esa reestruturación mental de cambio que les permita abandonar una determinada situación.
- No son capaces de reevaluar una situación problema, es decir, no son capaces de pararse a pensar: "Esto que hago no es lo adecuado, por lo tanto, debería hacer esto otro".
Estas características, provocadas por las deficiencias a nivel ejecutivo, hacen que muchas veces las confundamos con mal comportamiento o con desobediencia, cuando en realidad no es así. TENEMOS POR LO TANTO QUE CONOCER PRIMERO ESTAS CARACTERÍSTICAS y después actuar en consecuencia de las mismas.
Si juzgamos al alumno sin conocer su problema, no sólo estaremos actuando de manera equivocada, sino que, además, estaremos contribuyendo a agravar todavía más el trastorno.
Si juzgamos al alumno sin conocer su problema, no sólo estaremos actuando de manera equivocada, sino que, además, estaremos contribuyendo a agravar todavía más el trastorno.
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