domingo, 1 de noviembre de 2015

DEBERES. NOSOTROS COMO PROFES.

En todos los cursos escolares hay un momento en que se plantea la conveniencia o no de que los profesores manden deberes para casa. El debate se genera siempre alrededor de más o menos las mismas preguntas: ¿realmente son necesarios? ¿Se ponen demasiados deberes? ¿Hasta dónde debe llegar la ayuda de los padres en la realización de los mismos? ¿Cuánto tiempo debiera ocupar un alumno con el trabajo escolar en casa? Se discute sobre ello (además como es un tema relacionado con la educación todo el mundo se considera con derecho a opinar y con conocimiento de causa) y se llega más a o menos a las misma conclusión en la que se inclina la balanza más hacia su eliminación que su defensa. Pasado un tiempo, la polémica se guarda en un cajón que no será abierto hasta el curso siguiente y el tema de los deberes, del que tanto se habló y discutió durante días y semanas, de repente, parece no importarle a nadie. Cada profesor vuelve con sus costumbres y rutinas de siempre como si nada hubiese sucedido. Así año tras año y curso tras curso.

NOSOTROS NO VAMOS A TRATAR AQUÍ SOBRE LA CONVENIENCIA O NO DE MANDAR DEBERES PARA CASA, entre otras razones porque consideramos que es una discusión que tiene que analizarse desde diferentes puntos de vista y, al igual que no todo o es blanco o es negro, también creemos que ni es malo todo lo relacionado con los deberes, ni se hace bien todo lo relacionado con ellos.

Una de las cuestiones a la que le damos más importancia cuando trabajamos con las familias de alumnado que tiene un TDAH diagnosticado o que presenta rasgos similares, es la ORGANIZACIÓN FAMILIAR. Durante la etapa de la niñez y al menos también durante el primer ciclo de la Educación Secundaria, es necesario crear ciertas rutinas que favorezcan una forma de vida y una convivencia general lo más estable, armoniosa y acogedora posible. De esta forma se evita el tener peleas en casa, día sí y día también sobre, por ejemplo, la hora de levantarse o sobre quien tiene que recoger la mesa después de comer. Hablando de deberes este factor, el del orden, se vuelve decisivo, por lo que siempre intentamos comenzar con los eternos consejos ya conocidos por todos de que los deberes debieran hacerse siempre más o menos a la misma hora y siempre en el mismo lugar con unas condiciones ambientales más o menos adecuadas.

Los desbarajustes y descontroles con los que nos encontramos ya han dejado de ser una sorpresa para nosotros. En prácticamente el cien por cien de las familias donde existen rasgos de TDAH, es hablar de deberes y tener la sensación de que cae una losa sobre los presentes. Nos encontramos de todo: desde los que tienen unos horarios de trabajo en casa de más de tres horas y los padres nos juran y perjuran que si no es imposible que les dé tiempo a terminar, los que requieren de la presencia de uno de los progenitores (normalmente la madre) que, a modo de profesora: explica, ayuda, corrige, improvisa ejercicios, toma lecciones… Por cierto, son aquellas madres que, con los ojos humedecidos e incrédulas ante un examen suspenso, nos dicen: “Es imposible. ¡Pero si se lo sabía todo!” y aquellas otras familias que, desesperadas, ponen sus ilusiones en manos de los profesores de clases particulares para que sean ellos los que se encarguen de ayudar. (En este caso tampoco sirve de mucho, pero ellas todavía no lo saben). Después también están las formadas por la combinación de varias, como los casos de los alumnos que, después de pasar hora y media o dos horas en clases particulares, y al comprobar que allí no les da tiempo a terminar, continúan otro tanto tiempo en casa.
Me he encontrado con una madre que me confesaba que los domingos por la tarde en su casa se dedicaban ella y su hija a repasar lecciones de ciencias y que, en época de exámenes se levantaban las dos a las seis de la mañana para repasar lo que juntas habían estudiado el día anterior hasta las diez o las once de la noche. Imaginarse el nivel de estrés de esta niña en clase y en los exámenes es, cuanto menos comprensible para cualquiera.

Lo peor de todos estos casos es que AL FINAL LAS NOTAS, esos resultados para los que se han invertido tantos y tantos esfuerzos, NO SON TAN BUENAS COMO SE ESPERABAN Y NI MUCHO MENOS SON TAN BUENAS COMO SE MERECERÍAN SER.

¿Vale la pena el esfuerzo titánico? Nuestra respuesta es CATEGÓRICAMENTE NO. SE PIERDEN DEMASIADAS COSAS POR EL CAMINO,

Ante todo lo presentado, NOSOTROS COMO PROFES, DEBIÉRAMOS TENER EN CUENTA AL MENOS, LAS SIGUIENTES CONSIDERACIONES:

En primer lugar HACER UNA REFLEXIÓN INDIVIDUAL sobre cuál es la finalidad que perseguimos con el trabajo escolar en casa. Pensar si realmente para el alumno ese trabajo es necesario y productivo para su aprendizaje. Debemos ponernos en su lugar, en la de cada uno de nuestros alumnos y analizar cuál sería entonces nuestra reacción ante los deberes. Debemos conocer sus realidades, ya no solo intelectuales o de capacidad, sino sus realidades sociales, familiares y económicas. Una familia que no tiene dinero para comer, o una familia en la que uno de los padres es alcohólico, o una familia donde hay un caso de enfermedad grave, o una familia donde hay malos tratos (estoy poniendo ejemplos de casos nuestros, REALES), a lo que menos importancia le va a dar, será a los deberes.
Debemos entonces dejar de obrar sin pensar, sin dialogar, sin cuestionarnos cosas. Debemos dejar de trabajar como autómatas y porque las cosas se hacen así porque siempre se hicieron así. Debemos dejar de pensar exclusivamente en nuestra asignatura, organizarla exclusivamente a nuestro modo y llevarla exclusivamente a nuestro terreno.
Si hay que eliminar los deberes, pues se eliminan. No pasará absolutamente nada, porque será fruto de la reflexión de un profesional.

INTENTAR QUE EL TRABAJO DE CASA SEA DIFERENTE A LO QUE SE HACE EN EL AULA. Si hay varias opciones, la de casa siempre debiera ser la más divertida. Si, por ejemplo, en clase se han hecho varios problemas de sumas y restas, nos podemos poner de acuerdo con los padres y que como trabajo tengan que hacer una pequeña compra en un supermercado, o si están haciendo ejercicios de rimas asonantes y consonantes, para casa se puede mandar buscarlas en alguna canción que les guste.

ASEGURARSE DE QUE TODOS LOS ALUMNOS SON CAPACES DE HACER EL TRABAJO EN CASA POR SI SOLOS Y EN UN TIEMPO RAZONABLE. Los deberes debieran poder adaptarse a las características de los diferentes alumnos. Si los conocemos bien, y debiéramos esforzarnos por ello, esto no supone gran esfuerzo por nuestra parte. Nos hemos encontrado en clase a niños con graves problemas de comprensión, con deberes en los que se les pedía un nivel de extracción de datos y de reflexión tales, que hasta para un adulto se hacían complicados. Esto es mucho más habitual de lo que pensamos, de hecho es casi el día a día de algunos alumnos y sucede porque, nosotros como profes, no somos responsables en este sentido. NI EL ALUMNO TIENE LA CULPA DE NO ENTENDER, NI NINGUNA MADRE TIENE LA OBLIGACIÓN DE HACER DE PROFESORA A LA DESESPERADA PORQUE LA EXPLICACIÓN DEL AULA NO ES SUFICIENTE.

TENER EN CUENTA LOS TRABAJOS, DEBERES Y EXÁMENES DE LAS DEMAS MATERIAS AL PONER EL TRABAJO DE LA NUESTRA. Esto sucede mucho en Secundaria. Así como exigimos la agenda escolar, nosotros como profes le prestamos poca o ninguna atención. No cuesta nada aplazar un trabajo o cambiar la fecha de un examen porque ya tienen la tarde lo suficientemente ocupada con otras cosas.

CUANDO HABLAMOS CON LOS PADRES Y CON COLEGAS DE ESTE TEMA, DECIMOS: SI EL TRABAJO ESCOLAR EN CASA LLEVA SISTEMÁTICAMENTE MÁS DE HORA Y MEDIA DIARIA O COMO MUCHO DOS HORAS (EN SECUNDARIA) LA CULPA NO ES DEL NIÑO, ES NUESTRA. Creemos que ese es el tiempo límite para hacer ejercicios, repasar y preparar la mochila para el día siguiente. A partir de ahí “se acabó el instituto” por ese día.

Pensemos que para entonces, ya le habrán dedicado más de una jornada laboral de ocho horas. Tienen más que merecido su descanso.

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