jueves, 3 de marzo de 2016

EMOCIONES. NOSOTROS COMO PROFES.

“Al comienzo de la escolaridad, las expectativas de este niño, como las de cualquier otro, serían positivas. El niño entra entusiasmado a clase, trata de estar atento y en un primer momento parece que lo consigue. Se encuentra motivado, a gusto y entusiasmado con el tema que se está debatiendo en
clase. Al poco rato se distrae con el estuche nuevo, intenta abrirlo y no tiene paciencia para ver cómo funciona. Segundos después el estuche sale despedido estrellándose estrepitosamente contra el suelo. Éste es el primer incidente de una serie de torpezas, que se prolongarán en los meses siguientes. Debido al problema del estuche, recibe una reprimenda de la profesora quien le quita el estuche hasta terminar la clase. El niño se enfada, no cree haber hecho nada malo y pierde el hilo de la explicación. Al rato ha desconectado de la actividad del grupo, se aburre y comienza a molestar al compañero de al lado... la historia podría continuarse de este modo hasta concluir que, al final del día el niño decide que el colegio no le gusta, que la profesora es antipática, que le han pegado los compañeros y que trabajar es aburrido. La profesora por su parte comenta a sus colegas las dificultades que le va a dar este niño en clase, su sospecha de que es un niño malcriado acostumbrado a llamar la atención y la certeza de que va a tener que trabajar muy duro y ser muy estricta con él para que aprenda algo.
(...)
"Un niño hiperactivo que intenta llamar la atención de sus compañeros, no chuta la pelota en un partido de fútbol y hasta puede ser que la tire fuera del campo para que no se la quiten y ser, durante unos instantes, el centro de atención. No es capaz de predecir que mañana no será elegido para jugar debido a su mal comportamiento. Cuando al día siguiente sus compañeros le recriminen sus actitud y se nieguen a dejarle participar, él negará sus errores y culpará a los demás”
Estos ejemplos sacados de "Déficit de atención con hiperactividad. Manual para padres y educadores" de Isabel Orjales Villar, nos sirven como punto de partida para conocer un poco mejor a los niños con TDAH. Los identificamos. Realmente son así! Pues se trata precisamente de éso: conocerlos para poder adaptar nuestro trabajo a sus peculiaridades.
PUES UNO DE LOS PILARES DE UN TRABAJO DOCENTE BIEN HECHO SE ASIENTA PRECISAMENTE EN EL TRABAJO DE LA EMOCIONES Y EL REFUERZO DE LA AUTOESTIMA.
Especialmente significativas nos parecen las palabras de Haeussler, I. & Milicic, N. en "Confiar en uno mismo: programa de autoestima":
“Una de las variables más significativas para la adaptación social y el éxito en la vida es tener una autoestima positiva, es decir, saberse y sentirse competente en diferentes aspectos.
La forma en que los niños se etiquetan a sí mismos depende de cómo los adultos que están a su lado los perciben y les expresan esa percepción. El desarrollo de la autoestima está estrechamente relacionado con la consideración, valorización y crítica recibida por los niños de parte de los adultos.
Cuando un niño fracasa en un área específica del rendimiento escolar, su autoestima se ve amenazada. En cambio, cuando tiene éxito, el niño se siente aprobado, aceptado y valorizado; los sentimientos asociados a esas situaciones de éxito van a ir modificando positivamente las percepciones que el niño tiene de sí mismo.
EXISTE CONSENSO EN CONSIDERAR QUE LA FIGURA DEL PROFESOR Y SU FORMA DE INTERACTUAR SON DECISIVAS PARA LA AUTOESTIMA TANTO POSITIVA COMO NEGATIVA DE SUS ALUMNOS. DE LA AUTOESTIMA DE LOS NIÑOS VA A DEPENDER, EN GRAN MEDIDA, SU CONDUCTA Y SU RELACIÓN CON LOS PROFESORES. SI LA AUTOESTIMA ES ALTA, LOS ALUMNOS SE COMPORTAN DE FORMA AGRADABLE, SON COOPERADORES, RESPONSABLES, RINDEN MEJOR Y FACILITAN EL TRABAJO ESCOLAR. SI SU AUTOESTIMA ES BAJA, SE PONEN AGRESIVOS, IRRITABLES, POCO COOPERADORES, POCO RESPONSABLES.
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Hay sistemas educativos familiares o escolares que se basan en la posibilidad de que cada niño desarrolle lo mejor de sí en la situación educativa; en tanto que en otros sistemas, muchas veces de manera no consciente, se cree que el mejor método educativo es la presión y la amenaza. Estos últimos logran con algunos alumnos un éxito académico discreto; en la mayoría de los casos son un fracaso, tanto en relación al rendimiento escolar como al desarrollo afectivo. Pero para todos, el costo emocional en relación a la autoestima es de un alto potencial destructivo. Si quienes los aplican tuvieran conciencia del daño que producen, cambiarían sus estrategias por otras menos dolorosas, más constructivas y humanizadoras.
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¿Por qué es importante la autoestima en la educación?
Porque es un concepto que la atraviesa horizontalmente. Tiene que ver con el rendimiento escolar, con la motivación, con el desarrollo de la personalidad, con las relaciones sociales y con el contacto afectivo del niño consigo mismo.
Cuando un niño tiene una buena autoestima, se sabe importante y competente; no se siente disminuido cuando necesita ayuda porque al reconocer su propio valer le es fácil reconocer el valor de los demás. Es responsable, se comunica bien y es capaz de relacionarse adecuadamente con sus iguales.
Un niño con baja autoestima no confía en sí mismo y tampoco confía en los demás. Suele ser inhibido, crítico, poco creativo o, como conducta compensatoria, suele desarrollar una tendencia a menospreciar los logros de los demás, así como tener conductas agresivas o desafiantes. Con esto, a su vez, es rechazado por los otros. Así, mientras menos valora a los demás es, a su vez, menos valorado por el mundo externo.
Es necesario que los profesores y los padres, por su enorme significación para los niños asuman un rol activo en el desarrollo de una autoestima positiva y tomen conciencia de los efectos emocionales que tienen la aprobación y el rechazo.
Se puede apreciar que existe una relación circular: si el niño tiene una autoestima alta, se comportará en forma agradable, será cooperador, responsable, rendirá mejor y facilitará el trabajo escolar. Por lo tanto el profesor posiblemente será reforzante, estimulante y entregará retroalimentación positiva, lo que hará que el niño se comporte mejor; y así sucesivamente, generándose un círculo virtuoso.
Si su autoestima en baja, se pondrá agresivo, irritable, poco cooperador, poco responsable. En esta situación es altamente probable que el profesor tienda a asumir una postura más crítica y rechazante frente al niño, quien, a su vez, se pondrá más negativo y desafiante, creándose así un círculo vicioso.
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DIFERENTES ESTUDIOS HAN PODIDO DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE UNA ESTRECHA RELACIÓN ENTRE AUTOESTIMA Y RENDIMIENTO ESCOLAR (Reasoner, 1982; Gorostegui, 1992; Saffie, 1992).
Los niños de bajo rendimiento escolar, en cambio, tienden a presentar una baja motivación por aprender, a esforzarse poco, a quedarse con una sensación de frustración por sus experiencias de fracaso, a sentirse poco eficaces y a evitar los desafíos escolares, puesto que parten de que no les va a ir bien. Estos alumnos presentan generalmente una autoestima baja. Cuando logran tener algún éxito lo atribuyen a factores externos: “tuve suerte” o “era fácil la prueba”; y sus fracasos, a su falta de habilidad: “no puedo”, “no soy capaz” (Reid Borkowski, 1987, Juvonen, 1988). Según los estudios realizados, este tipo de atribuciones, además de tener un alto costo emocional y ser un freno para el desarrollo de la autoestima, dificultan la superación académica, ya que el alumno asume una actitud desesperanzada por falta de motivación y energía para trabajar.
Piers (1979) estudió la relación entre la autoestima del niño y la responsabilidad por el sentimiento de éxito y fracaso. Encontró que la autoestima estaba altamente relacionada con la responsabilidad por el éxito, pero muy débilmente con la responsabilidad por el fracaso.
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Swan (1992) sugiere que las personas con autoconcepto negativo prefieren las respuestas que ellos esperan, aunque sean negativas, ya que ello les permite prever la forma en que se desarrollarán sus interacciones. EN ESTA PERSPECTIVA SE PODRÍA EXPLICAR PARCIALMENTE LA RECURRENCIA DE CONDUCTAS DESADAPTATIVAS EN LOS NIÑOS CON DIFICULTADES DE APRENDIZAJE, A PESAR DE LAS CONSECUENCIAS NEGATIVAS QUE ELLAS LES REPORTAN.
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En esta perspectiva, la pregunta central de los educadores es: “¿Qué imagen personal estoy contribuyendo a formar en mis alumnos?” La mayor parte de las veces se trata de un proceso no consciente, en que los correlatos psicológicos que se le entregan al niño corresponden más bien a conductas espontáneas, no reflexivas, derivadas de factores situacionales que, en muchas ocasiones, son más dañinas que positivas para una buena imagen personal.
Algunas personas piensan que desarrollar la autoestima puede ser peligroso, ya que temen que los niños puedan transformarse en sujetos orgullosos. Al respecto resulta conveniente diferenciar orgullo de autoestima, conceptos que, aunque relacionados, tienen diferente significación. La autoestima es el sentimiento de saberse digno y capaz. El orgullo es el sentimiento de haber realizado algo bien. En ocasiones puede ser sobrevalorado y perjudicial, pero en otras puede ser concordante con la realidad y con los esfuerzos desplegados y, en ese caso, será beneficioso para la autoestima.
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En la medida en que una gran mayoría de los adultos han sido socializados en ambientes más bien críticos, tienen interiorizada la idea de que educar es corregir. En diferentes estudios, utilizando observaciones etnográficas, se ha podido constatar que los adultos tienden a señalar más los comportamientos negativos que a destacar los rasgos positivos de su comportamiento.
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Agunas de las actitudes y conductas más frecuentes de los niños con problemas de autoestima son las siguientes:
- Actitud excesivamente quejumbrosa y crítica.
- Necesidad compulsiva de llamar la atención.
- Necesidad imperiosa de ganar.
- Actitud inhibida y poco sociable.
- Temor excesivo a equivocarse.
- Actitud insegura.
- Ánimo triste.
- Actitud perfeccionista.
- Actitud desafiante y agresiva.
- Actitud derrotista.
- Necesidad compulsiva de aprobación".

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